La rinoplastia es una cirugía que modifica la forma de la nariz y, si bien es una de las intervenciones quirúrgicas más buscadas, ya sea para tal fin, o simplemente para mejorar la respiración, también puede originar en el paciente algunas dudas acerca de los resultados de ese cambio tan radical en la apariencia de su rostro.
La estructura de la nariz ciertamente posee piel y está hecha de hueso y la parte inferior es cartílago. Por lo tanto, a la hora de planificar una rinoplastia, el cirujano debe tomar en cuenta todas las características faciales y elaborar un plan personalizado para así evitar posibles complicaciones de orden estético o deformaciones.
Esta cirugía permite cambiar el tamaño, la forma o las proporciones de la nariz, pero también sirve para reparar deformidades causadas por alguna lesión, corregir alguna anomalía congénita o mejorar ciertas dificultades respiratorias.
Sin embargo, al igual que toda entrada a quirófano, la rinoplastia conlleva riesgos tales como infecciones, reacciones adversas a la anestesia o un posible sangrado posterior a la intervención.
Otros posibles inconvenientes específicos de la operación incluyen, entre otros, la dificultad para respirar naturalmente, la asimetría en la nariz que se puede derivar de ella, el entumecimiento permanente al interior o alrededor de la región nasal, dolor, cicatrices cutáneas, tabique perforado o manchas.
En algunos pocos casos, es posible que la persona requiera de alguna cirugía adicional, por lo cual, médico y paciente deben mantener siempre una buena y constante comunicación para así prepararse en ambas direcciones y evitar
males mayores.
Lo principal antes de programar la rinoplastia es concertar una cita con el cirujano plástico de confianza, analizar y aclarar los factores esenciales y más importantes que determinarán si la cirugía puede funcionar bien dependiendo del caso específico.
En general, esta reunión debe abarcar varias aristas, tales como la historia clínica del paciente, incluidos los antecedentes de obstrucciones nasales, cirugías y los medicamentos que la persona ingiere; una evaluación física exhaustiva, con exámenes de laboratorio incluidos, fotografías de la nariz desde diferentes ángulos o tomografías de ser necesario.
El médico debe ser capaz de explicar al paciente el objetivo final de una rinoplastia, qué se puede y qué no se puede lograr con esta operación nasal. Es normal sentir un poco de vergüenza al hablar de la apariencia, pero, en esta etapa la sinceridad es primordial.
Por ejemplo, si un mentón es muy pequeño, el médico tratante deberá analizar la posibilidad de realizar una cirugía para incrementar su dimensión y balancear el perfil del rostro, pues un mentón reducido provoca la percepción de que la nariz es mucho más grande de lo que realmente es.
Para evitar posibles deformaciones luego de una cirugía de la nariz, el paciente deberá mantenerse en un reposo estricto y guardar cama con la cabeza elevada por encima del nivel del pecho, con tal de reducir al mínimo el sangrado y la hinchazón.
En la mayoría de los casos, el cirujano coloca una férula en la nariz para brindar una mayor protección y apoyo. Por lo general, se la deja por espacio de al menos una semana.
Por otra parte, y con la finalidad de disminuir aún más las probabilidades de deformidades, sangrado e hinchazón, el paciente recién operado debe evitar a toda costa la realización de ejercicios físicos exigentes, tales como el trote o el levantamiento de pesas.